El centro expone noventa cuadros de uno de los artistas más enigmáticos del siglo XX, pintor elogiado por Balthus y cuestionado por Picasso
El Museo de Arte Moderno de París -el otro, el nacional, es el del Pompidou- reabre tras dos años de cierre por obras, invisibles pero fundamentales: eliminar el mortal amianto de la construcción y que el edificio cumpla las normas de seguridad. En total, 15 millones de euros. Para celebrar la reapertura, Suzanne Pagé, alma máter del museo, reunió 90 cuadros de uno de los artistas más enigmáticos del siglo XX, Pierre Bonnard.
La Fée Électricité, de Raoul Dufy, un fresco gráfico y coloreado, superficie cóncava de 390 metros cuadrados, se ve ahora subrayada por una iluminación ascensional y difusa, que respeta sus colores. También mejoró la iluminación de la sala que acoge el diálogo entre La danse inachevée y La Danse de Paris, de Matisse.
¿Quién fue Bonnard? "Si usted no cree que Bonnard es el pintor más importante del siglo XX, mejor no hablemos", zanjaba la polémica Balthus. No se habrá entendido al respecto con Picasso, quien definió la pintura de Bonnard como "un potpourri de indecisión, tarea propia de un neoimpresionista, un decadente; un crepúsculo y no una aurora. Que posea una gran sensibilidad agrava el caso a mis ojos".
Curioso personaje: Bonnard cumplió cuatro años en plena Comuna de París con sus 30.000 muertos; tiene 47 cuando estalla la Primera Guerra, una carnicería con millones de víctimas, y muere dos años después de la Segunda Guerra, con sus muertos y deportados. Sin embargo, ni una mención en sus cuadros.
Peor todavía: en 1916 los hermanos Bernheim le encargan un conjunto decorativo que Bonnard termina en 1920, dos años después del armisticio. Mediterráneo, Sinfonía pastoral, El paraíso terrestre y Paisaje urbano no aluden a la tragedia. Pero el pintor no es el hombre: bajo el gobierno colaboracionista, Bonnard rechaza la proposición de retratar al mariscal Pétain, y toda oferta para exponer, mientras artistas politizados como Picasso, Sartre o Camus, pintaban, escribían y estrenaban. Una sola confusión entre el pintor y el hombre: Martha, amante, modelo, esposa, perturbadora presencia en sus cuadros.
Aquellos paisajes incandescentes, los desnudos sumergidos en bañeras azules, las terrazas sobre jardines lujosos le valieron el mote de pintor de la felicidad. Suzanne Pagé lo tiene claro: "Decidí exponer a Bonnard, en esta reapertura que nos pone en primer plano, porque vivimos un momento particular: los creadores redescubren masivamente la práctica de la pintura y Bonnard, cuyo deseo era que su pintura "llegue a los jóvenes artistas del año 2000, leve, con alas de mariposa", es verdaderamente un pintor para pintores.
¿Cómo define, entonces, a Bonnard? "Es el pintor del color, en una línea muy francesa que va de Fragonard y Watteau a Renoir y Monet. Pero también encarna, con Matisse y Picasso, una vía de la modernidad, aun cuando no haya provocado una filiación evidente. No se trata de pintar la vida -decía-, sino de insuflar vida en la pintura. Por detrás de la calma y armonía hay en sus cuadros elementos perturbadores -perspectivas múltiples, personajes periféricos, encuadres sorprendentes- que modifican la lectura inicial. Para mí, Bonnard no es el pintor de la felicidad. Lo que me impresiona de sus cuadros es la permanencia de la melancolía".